Querido Jorge,
Gracias por tu correo. Creo que con mi tío Edilberto se va una parte
de nuestra historia y Majes no volverá nunca a ser lo mismo para todos
nosotros. Estábamos con él, mi tío Antonio y Jesús cuando vimos por
última vez a mi tío Agenor. Tengo en mi mente infinidad de hechos e
imágenes. Era para rendirle culto. De la última vez que hablé con él,
en su cumpleaños 88, me llevaré siempre conmigo la vivacidad de su voz
profunda y ronca que me llegó a través del teléfono y su saludo,
"Gibito" inconfundible y grato como pocos.
Era un hombre recio, de piedra, coincido con Jorge Luis. Su mano
parecía una tenaza y su brazo una palanca, mezclado con una entereza y
generosidad a toda prueba. Fue un hombre de aventura, lo más opuesto
al chacarero sedentario. Cazador de una pericia inigualable, fumador
pertinaz, bebedor incansable, lleno de humor como todos los Herrera,
rápido y apurado siempre. Pero sabía escuchar. Cuando yo tuve algún
tema conflictivo en Majes, lo hablé con él. Me escuchó con una
paciencia que no aparentaba y con una profundidad que guardaba tras su
silencio. En sus respuestas nunca menoscabó a nadie, me hizo pensar y
siempre buscó la salida positiva. No cabe duda de que forma parte de
lo más rico que nos ha dejado nuestra familia.
En las grandes reuniones familiares en la casa de nuestros abuelitos,
era uno de los anfitriones más caracterizados junto a mis tíos
Baldomero y Federico. Formaba parte una generación con los tíos
Enrique, Ernesto, Miguel, todos Medina. Con Carlos Chávez, Fidela,
Ventura Rendón, Anibal Rendón, Baldomero Vigil, Loreto Velarde y Juan
Manuel Sánchez y desde luego, mi tía Elena, mi mamá, las tías
Graciela, Sara, Fidela, Eduviges y Carmencita, mis tías Olinda y Rosa,
esposas de mis tíos Federico y Baldomero y mi tío Alberto, esposo de
mi tía Fidela.. Mi tío Agenor, perfil bajo, pero atento. El, entre
ellos, recibían y agazajaban a los huéspedes. En copas, era difícil
que perdiera, aunque se topaba con algunos de los mejores catadores
del valle. Era además el "disk jockey", porque era dueño de la
victrola y un bailarín eximio., con una resistencia que el trabajo en
el campo había curtido
Celebro su vida, en todo, incluso cuando me enojaba con él cuando
despilfarraba su dinero o no llegaba a algo que teníamos que hacer,
pero qué alegría era seguirlo a tranco rápido a San Antonio con el
viento zumbando en las orejas, a buscar camarones al río, acompañarlo
cuando trabajaba haciendo una zanja, o verlo dar vueltas alrededor y a
veces bañarse con nosotros cuando estábamos solos en el manantial. No
decía una palabra pero sabíamos que nos cuidaba. Y luego, bajo la
palabra orientadora de mi tío Agenor, dar agua a su caballo y sus
vacas cuando no aparecía y más tarde cambiarlas de estaca o darles
forraje.
Fue el último en estar con su padre y recibió sus palabras finales,
"cuida a tu madre y a tus hermanas". También fue el último en ver con
vida a mi tío Agenor y estuvo con mi tío Federico, en la poda, cuando
este tuvo su primer ataque cerebral. Fue un gran compañero de todos,
frontal y lleno de afecto. Interlocutor hasta la complicidad con mi
tío Agenor al que lloramos juntos cuando yo volví a Majes mucho tiempo
despues de que falleciera. Llevó adelante una relación no siempre
fácil con mi tío Miguel, pero y eso lo pinta, me llegaron sus palabras
elogiosas cuando él murió. Ha despedido a todos sus hermanos
residentes en Majes, a mi tío Lucho que vivía en Cusco, a la mayoría
de sus hermanas, a todos sus cuñados. Le sobreviven tres hermanos
sagrados para nosotros: Fidela, Eduviges y Antonio.
Formó tarde su familia. Ahora puedo decir con todo respeto que
hablamos mucho en los inicios de esta relación. Le devolví su escucha
y su sentimiento positivo y lo alenté a que siguiera adelante. Es una
enorme alegría que tuviera una familia, mujer e hijos que lo han
querido y engreído.
Aventurero y andariego como fue, me asombró verlo envejecer, no por la
dinámica biológica, sino por su sabiduría para aceptar lo nuevo que
vivía y las limitaciones del momento. Durmió siempre bien, comió lo
necesario y trabajó hasta que las fuerzas aconsejaron otra cosa. Pero
todo eso lo aceptó con naturalidad aunque frente a la enfermedad,
nunca perdió su rebeldía. Ha muerto, pero no se va vencido, sino
victorioso.
Como las personas coherentes ha cumplido con las tareas de la vida.
Creo que hizo todo lo que había que hacer y aunque nosotros hubiésemos
querido tenerlo cerca, él debe haber sentido que era hora de irse y lo
ha hecho. Tiene mucha compañía la otro lado de la vida.
Tenía la esperanza de verlo una vez más y quizá despedirnos ahora
cuando fuera en junio para el cumpleaños de mi hermano Jesús. No habrá
abrazo como en otras ocasiones, pero sí gratitud y reverencia. Qué
alegría haberlo conocido y haber sido su pariente. Gracias por ser
como fuiste. Hasta siempre tío Edilberto.
Gilberto